lunes, 21 de marzo de 2011
Guerra Punica
Las Guerras Púnicas fueron una serie de tres guerras que enfrentaron entre los años 264 a. C. y 146 a. C. las dos principales potencias del Mediterráneo de la época: Roma y Cartago. Reciben su nombre del etnónimo latino Pūnicīnombre usado por los romanos para los cartagineses y sus ancestros fenicios (de la formas más antiguas Poenicī < Poinicoi). Por su parte los cartagineses llamaron a estos conflictos "guerras romanas". Conflicto que se debió de gran manera a la anexión por parte de Roma, a la Magna Grecia, de tal manera surgieron conflictos sumamente graves entre ambas potencias. Aunque los romanos lograron crear grandes tropas; sobre todo navales, no le aseguraron el poderío y el control en las Guerras llevándolos a caer en la confianza. La causa principal del enfrentamiento entre ambas fue el conflicto de intereses entre las existentes colonias de Cartago y la expansión de la República de Roma.3 El primer choque se produjo en Sicilia, parte de la cual se encontraba bajo control cartaginés. Al principio de la Primera Guerra Púnica, Cartago era el poder dominante en el Mar Mediterráneo, controlando un extenso imperio marítimo, mientras que Roma era el poder emergente en Italia. Al final de la Tercera Guerra Púnica, tras la muerte de centenares de miles de soldados en ambos bandos, Roma conquistó todas las posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago, con lo que la facción cartaginesa desapareció de la historia. La victoriosa Roma emergió como el estado más poderoso del Mediterráneo occidental. Sumado al fin de las Guerras Macedónicas y la derrota del Emperador Seléucida Antíoco III Megas en la Guerra Romano-Siria en el Mediterráneo oriental, Roma quedó como el poder dominante en el Mediterráneo, y la más poderosa ciudad del mundo clásico. La derrota aplastante de Cartago supuso un punto de inflexión que provocó que el conocimiento de las antiguas civilizaciones mediterráneas pasara al mundo moderno a través de Europa en lugar de África.
Batalla de las termopilas
La Batalla de las Termópilas fue una batalla de la Segunda Guerra Médica en la que se enfrentaron una alianza de poleis griegas lideradas por Esparta y el Imperio persa de Jerjes I.
Se desarrolló durante tres días en el paso de las Termópilas (cuyo nombre se traduce por Puertas Calientes - de θερμός,-ή,-όν caliente y Πύλη,ης puerta; derivaba de los manantiales cálidos que existían allí), en agosto o septiembre de 480 a. C. (en las mismas fechas en que tenía lugar la batalla de Artemisio).
La invasión persa fue una respuesta tardía a la derrota sufrida en la Primera Guerra Médica, que había finalizado con la victoria de Atenas en la batalla de Maratón. Jerjes reunió un ejército y una armada inmensas para conquistar la totalidad de Grecia y, como respuesta a la inminente invasión, el general ateniense Temístocles propuso que los aliados griegos bloquearan el avance del ejército persa en el paso de las Termópilas, a la vez que bloqueaban el avance de la armada persa en los estrechos de Artemisio.
Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército persa, que conforme a las estimaciones modernas estaría compuesto por unos 300.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de septiembre. Enormemente superados en número, los griegos detuvieron el avance persa durante siete días en total (incluyendo tres de batalla), antes de que la retaguardia fuera aniquilada. Durante dos días completos de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un pequeño camino que podían utilizar para acceder a la retaguardia de las líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su retirada junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y posiblemente algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la batalla.
Tras el enfrentamiento, la armada aliada en Artemisio recibió las noticias de la derrota en las Termópilas. Dado que su estrategia requería mantener tanto las Termópilas como Artemisio, y ante la pérdida del paso, la armada aliada decidió retirarse a Salamina. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Sin embargo, buscando una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada atacó y derrotó a los invasores en la batalla de Salamina a finales de año. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando del ejército restante para completar la conquista de Grecia. Al año siguiente, sin embargo, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa.
Tanto los escritores antiguos como los modernos han utilizado la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que puede ejercer sobre un ejército el patriotismo y la defensa de su propio terreno por parte de un pequeño grupo de combatientes. Asimismo, el comportamiento de los defensores se ha utilizado como ejemplo de las ventajas del entrenamiento, el equipamiento y el uso del terreno como multiplicadores de la fuerza de un ejército, y se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.
Guerra de Troya
La guerra de Troya fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron una coalición de ejércitos aqueos contra la ciudad de Troya (también llamada Ilión), ubicada en Asia Menor y sus aliados. Según Homero, se trataría de una expedición de castigo por parte de los aqueos, cuyo casus belli sería el rapto (o fuga) de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.
Esta guerra es uno de los ejes centrales de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que sólo dos han llegado intactos a la actualidad, la Ilíada y la Odisea, ambas obras atribuidas a Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y la Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos. Otras partes de la historia y versiones diferentes fueron elaboradas por poetas griegos y romanos posteriores.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que esta guerra había tenido lugar en los siglos XIII a. C. o XII a. C., y que Troya estaba situada cerca del estrecho de los Dardanelos en el noroeste de la península deAnatolia (actual Turquía). Por ejemplo, el historiador Heródoto no sólo consideraba segura la guerra, sino que además para él fue la causa originaria de las enemistades entre persas y griegos.1 En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran consideradas mitológicas.
En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hisarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Nueva Ilión y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Cada una de estas ruinas daba lugar a los restos de distintas ciudades que parecían haber sido habitadas en épocas distintas. Schliemann pretendía hallar la Troya homérica pero, en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas y más tarde otras tres. Sin embargo, quedaba por decidir cuál de estas diez ciudades era la Troya de Homero. Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente.
Algunos historiadores creen que Troya VI o Troya VII deben identificarse con la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos y romanos. Otros historiadores opinan que los relatos de Homero son una fusión de historias de asedios y expediciones de los griegos de la Edad del Bronce o del periodo micénico, y no describen hechos reales. Los que piensan que los poemas épicos de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre1300 a. C.–1100 a. C.
La Gran Guerra entre los Dioses y los Titanes.
El marco para esta importante batalla fue creado después de que el titán más joven, Crono, derrocase a su propio padre, Urano (dios del Cielo y gobernante del universo), con la ayuda de su madre, Gea (la Tierra). Crono castró entonces a su padre, se apoderó de su trono y liberó a sus hermanos titanes, que habían sido encerrados en el Tártaro bajo el reinado tiránico y egoísta de Urano.
Sin embargo, cuando era usurpado, Urano profetizó que los propios hijos de Crono se rebelarían contra su gobierno de la misma forma que él y sus hermanos habían hecho. Por miedo de que sus futuros hijos se rebelasen contra él, Crono se convirtió en el terrible rey que su padre Urano había sido, tragando enteros a sus hijos a medida que nacían de su esposa (y hermana) Rea. Sin embargo, según una leyenda arcadia recogida por el geógrafo griego Pausanias, ésta logró esconder a su quinto y sexto hijos, Poseidón y Zeus, diciéndole que había dado a luz un caballo y le dio un potro para que se lo comiera en lugar de Poseidón, y en lugar de Zeus le entregó una piedra envuelta en pañales.
Cuando Zeus se hizo mayor, Metis dio a Crono una poción especial, que provocó que éste vomitara a los hijos que se había tragado. Zeus los llevó entonces a la rebelión contra los Titanes.
- La Guerra
Entonces los Olímpicos, guiados por Zeus, declararon la guerra a la anterior generación de deidades, los Titanes. Éstos fueron encabezados por Crono e incluían a Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Atlas y Menecio. Los Olímpicos eran guiados por Zeus e incluían a Hestia, Hera, Deméter, Hades y Poseidón. Probablemente Estigia y sus hijos también lucharon en el bando de los Olímpicos. Además, los Hecatónquiros y los Cíclopes, que habían sido encarcelados por Crono, ayudaron a los Olímpicos. Se decía que los Hecatónquiros ayudaron a los Olímpicos arrojando enormes piedras a los Titanes, de cien en cien. Los Cíclopes ayudaron fabricando las famosas armas de Zeus, los rayos.
Habiendo logrado por fin la victoria tras toda una década de guerra, los Olímpicos dividieron el botín entre ellos, otorgando el dominio del cielo a Zeus, el del mar a Poseidón, y el del inframundo a Hades. Procedieron entonces a encerrar a los derrotados Titanes en el Tártaro, las más hondas profundidades del inframundo. Sin embargo, dado que durante la guerra Océano y las Titánides, es decir, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis, habían permanecido neutrales, no fueron castigadas por Zeus. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro fueron Atlas, Crono, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Zeus dio a Atlas un castigo diferente: Urano, el cielo, casi se había derrumbado sobre la tierra tras la guerra debido a la enorme lucha que había ocurrido bajo él, por lo que Zeus dispuso que Atlas sujetase los cielos por toda la eternidad. Epimeteo, Menecio y Prometeo cambiaron de bando y ayudaron a Zeus en la guerra, por lo que no fueron castigados. Sobre el destino de Crono existen al menos dos variantes míticas: la tradición más antigua, reflejada en ciertas fórmulas homéricas y hesiódicas supone que Crono habita en el Tártaro rodeado por el resto de los titanes. Una tradición posterior señala que Crono fue luego liberado por voluntad de Zeus, y que quedó reinando en las islas de los Bienaventurados. Los Hecatónquiros quedaron montando guardia sobre los prisioneros.
Bibliografia: http://es.wikipedia.org/wiki/Titanomaquia
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